“Su abuela dormía a su lado, encogida como un bebé
haciendo unos ruiditos muy peculiares al respirar. De vez en cuando, parecía
como si se diera cuenta y respiraba profundamente dejando de hacer ruidos por
un ratito. Entonces ella se concentraba poderosamente, para quedarse dormida
cuando antes y no volver a enganchar uno de aquellos periodos. A veces, su
abuela tenía frío y entonces la agarraba con fuerza, como si fuera una botella
de agua caliente y no la soltaba hasta que entraba en calor o se quedaba dormida.
Entonces los ruiditos estaban pegados a su oreja y el dormirse, era aún más
difícil. Adoraba a su abuela, pero desde que se murió su abuelo y vino a vivir
con ellos, la vida le había cambiado considerablemente. Pero no se podía hacer
mucho más en aquella pequeña casa dónde ya eran muchos. Sus hermanos, 3,
compartían una pequeña habitación con 3 pequeñas camas y un gran piano… que se
recogían hacia arriba, simulando ser unos armarios y la habitación se convertía
en la habitación de las clases de música.
Su padre era músico…si es cierto. Pero desde hacía muchos
años trabajaba en las necrológicas de un periódico local. Se levantaba a las 4
para entrar a trabajar a las 5 y volvía a casa sobre las 14h. Por la tarde daba
clases de música, un modo de sacarse un sobresueldo y un modo de no apartarse
definitivamente de la música. A veces, le parecía ver a su padre triste, con
una sombra bajo los ojos, y su carácter se fue volviendo agrio con los años.
Aunque para sus alumnos nunca escatimó sonrisas. Todos le querían mucho.
Su madre era una mujer muy bonita con una historia poco
agradecida. Hija de terrateniente, la pequeña de siete hermanos que fueron
muriendo uno tras de otro de tuberculosis, fue criada por una tía, al morir su
madre cuatro años después de tenerla. Nunca tuvo mucho cariño, su tía estaba
siempre ocupada y su padre se convirtió en un hombre taciturno. Cuando conoció
a Antonio, con su sonrisa seductora tras el piano quedó tremendamente
hechizada. Era tal su deseo de dejar aquel pueblo y de conseguir un poco de
cariño que se casaron poco después, sin ninguna bendición familiar. Así que, la
vida seguía sin ser agradable para ella. 4 hijos seguidos, poco dinero, una relación
que rápidamente se volvió en contra de ella, la encerraron en un mundo propio
bastante solitario.
Carmencita, se levantó temprano al día siguiente. Se
arregló las trenzas que le había hecho su abuela unos días antes con un poco de
agua, se puso el uniforme del colegio y fue a la cocina a beberse un vaso de
leche caliente. Salió con dirección al colegio, sintiendo el frío de la mañana
y dándose cuenta que no tenía ropa lo suficientemente abrigable. Pasaron las
niñas Llopis delante de ella, con sus bonitos abrigos de pelo y sus cabellos
perfectamente peinados despreciando su presencia en el camino.
Miraba al suelo mientras caminaba. En un rincón vió un
pequeño papel con una imagen de un nacimiento. Tenía un número en la parte
central, el 71.198. Le pareció que era uno de esos números de lotería que a
veces veía en el bolsillo de su padre.
Seguía caminando cuando pasó por el bar central. La gente
estaba agolpada en la barra del bar, mirando al televisor. Oyó la voz de un
niño que cantaba un número…. La gente empezó a gritar, a moverse, a abrazarse
unos a otros. Nos ha tocado!!! Nos ha tocado!!! El camarero empezó a descorchar
una botella de champagne. Les miró con
envidia. En la televisión enfocaron un cupón con los números ganadores. Se le
heló la sangre. Aceleró el paso. Torció
en la primera calle que vió que daba a un callejón. Se escondió en un portal.
Metió la mano en el bolsillo y sacó el número. Sonrió…sonrió tanto que se le
olvidó el frío. “
Abril Expósito
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Algunos aún tenéis algún menú importante que hacer estas fechas, como
el menú de Nochevieja o el de Año nuevo. Quiero recomendaros el cochinillo, por
dos razones: 1. Es facilísimo, y se hace sólo en el horno, y 2. Está delicioso
y os sorprenderá lo bueno que queda, lo crujiente, lo sabroso, tanto que os
parecerá de restaurante. Los grandes clásicos, no son tan inabarcables.
Lo más difícil es encontrar el cochinillo, pero eso era antes. El año
pasado lo encontré en el Carrefour, uno entero por un precio muy razonable,
pero este año lo he visto en el Eroski, y además incluso tienen medio
cochinillo, por si sois pocos en casa. Por supuesto en los mercados lo
encontrareis de todas las formas.
Fui siguiendo las instrucciones que me dio El Oso con Botas, y ya os
digo, fácil, fácil... y rico, rico.
Para acompañar yo usé la mermelada de
lombarda del Eso con
Botas, cuya receta podéis encontrar aquí.
También usé restos de mi salsa de
arándanos de
Thanksgiving que le quedaba estupendo, receta aquí. Por cierto, que he
descubierto que en las tiendas de productos rusos, venden arándanos congelados
de varias clases que van ideales a esta receta y son muy económicos.
COCHINILLO AL HORNO
Ingredientes:
(para 4 personas)
1 Cochinillo de unos 5kg
Sal gorda
Manteca de cerdo ibérico
Agua
Gravy
25g de mantequilla
25g de harina
sal/pimienta
Poner a calentar el horno a 150º.
Frotamos el cochinillo con la manteca y la sal gorda. Lo masajeamos.
En una fuente de horno, lo suficientemente grande para abarcar el
cochinillo, ponemos 1 dedo de agua. Si durante la cocción añadimos más agua,
que sea caliente para no bajar la temperatura del horno.
Yo puse la bandeja en la parte baja del horno, puse la rejilla del
horno apoyada en la bandeja y el cochinillo encima, porque éste no tiene que
tocar el agua y así va dejando caer toda la grasita en el agua.
Lo dejamos en el horno unas 3h, hasta que esté bien doradito y la piel
muy crujiente. Si en los últimos 20 min. vemos que no está del todo tostado,
subimos el horno a 180º ó 200º. Pero a mí no me fue necesario.
Vamos vigilando el agua de la bandeja, si vemos que casi no queda
añadimos más.
Para acompañar podemos usar una comporta o puré de manzana, aunque yo
me incliné por la mermelada de lombarda de El Oso, mi propia salsa de arándanos o
incluso un gravy con el resto de la salsa que queda en la bandeja.
Gravy con la salsa que ha ido quedando en la Bandeja del horno
Ponemos la bandeja con un poquito de agua en la encimara o al fuego y con una cuchara vamos revolviendo el
agua para deshacer o ir despegando todos los trocitos pegados en el fondo. Dejamos reducir.
En un cazo hacemos un roux. Es decir, cogemos un poco de mantequilla,
agregamos un par de cucharadas de harina, dejamos que cueza un poco para que
pierda sabor, y como si hiciéramos bechamel vamos incorporando poco a poco la
salsa de la bandeja dejando que se incorpore bien y que no se hagan grumos. Al
final esperamos que hierva para que espese, y obtendremos también una excelente
salsa. Si os quedan grumos, tampoco pasa nada, le pasáis el pimer y se
resuelve.
Probar y ajustar el punto de sal y pimienta.