“Tenía unos 11 años, cuando un día jugando en el parque de su barrio se fijó en una niña morena, que estaba hablando con su madre y que tenía un acento extranjero. De siempre, le gustaron las personas de otros lugares. Era tal la necesidad de otros mundos que aquella niña se fue acercando, casi sin ser consciente de ello a ellas. Las entendía perfectamente, a pesar de que aunque era castellano, las palabras y las expresiones la distraían. El acento, la música, la entonación la fueron atrayendo con un poder hipnótico como las sirenas a Ulises.
De repente la madre de la niña la vió y dándose cuenta de ser su centro de atracción, le dijo a su hija “mira Ana, esta niña quiere jugar contigo”, “Cómo te llamas?” le preguntó. “Carla” contestó, con alegría en la voz, dando todas las señales de que, aunque le habían enseñado a no hablar con extraños, ellas no se lo parecían. “Ana porque no juegas con Carla?” y Ana que era dulce como el más suave de los merengues, obedeció a su madre. Así fueron pasando los días, y aquel verano las convirtió en mejores amigas.
A Carla le enamoró Ana, como posteriormente le enamoraron todas las personas extranjeras que encontraba en su vida. Desde pequeña el deseo de salir, de irse, de conocer gente lejana, le atraía muchísimo. Hacia unos años, en otro país había conocido a una niña china a la que adoró mucho tiempo. Carla exudaba ese aire de niña huérfana, sin serlo, pero que desea ser adoptada, pasar muchas horas con otras familias, absorber sus costumbres, hablar como ellos y … vivir como ellos. Un día la madre de Ana, le dijo a su madre si el Sábado Carla podía ir a comer con ellos. Su madre aceptó y aquel Sábado Carla se puso su vestido más bonito y se fue para la casa de su amiga.
Lo primero que le sorprendió era que aquella era una gran familia en un piso relativamente pequeño, lleno de detalles coloristas; como mantas tejidas a mano en los sofás llenas de colores, muchos cuadros, lámparas y luz. Su casa era tan "beig" que aquello la dejó boquiabierta. Ana era la única niña y tenía una habitación muy bonita. No se veían tensiones y se sentaron todos a la la mesa. Carla estaba educada en el comer de todo sin ser una niña remilgada con frases “de esto no me gusta” y es más, la excitaba saber que cosas nuevas iba a probar ahora. Y de repente empezaron a verse encima de la mesa bandejas con comida diversa y colorista. Alucinó. Estaba acostumbrada al tradicional, primero, segundo y postre. Aquella abundancia le hizo abrir los ojos desmesuradamente.
Le dijeron que aquello era arroz a la cubana… y sus ojos se abrieron aún más. En casa solían comer arroz blanco con salsa de tomate, un huevo frito y un plátano (canario) frito. Le gustaba, aunque le daba un poquito de asquito cuando la yema se mezclaba con el tomate… El caso es que este arroz cubano no se parecía en nada al que solía comer. Le pusieron en un plato un poco de arroz blanco, unas judías negras (frijoles concretamente, que nunca había comido), y un cucharon enorme de Picadillo (carne picada sofrita con muchas cosas) por encima del arroz. En medio de la mesa había otro plato con plátano (pero no Canario sino macho) frito, al que llamaban Tostones. Todo le pareció delicioso, pero el picadillo le pareció lo más. Nunca había comido carne picada así, sin más. En hamburguesa o albóndigas, pero suelta, nunca. Le pareció sabrosa, divertida (llevaba olivas), aromática (el comino), suave y auténtica. Mezclada con el arroz, una maravilla, y los frijoles (las judías negras) guisados excelentemente llenaban su paladar de sabores nuevos y apasionantes. Los tostones no eran nada dulces para su sorpresa, pero le gustaron mucho más que el plátano normal que solía comer en casa. Aquella comida no la olvidó nunca… ni las risas, ni la música, ni ningún ápice de la felicidad que se respiraba en aquella casa. Cuando llegó a casa le contó a su madre lo que había comido, pero como siempre su madre ponía muy poca atención a todo aquello que se saliera de su vida reglada y ordenada. Le sugirió que podían hacerlo algún día y su madre le dijo que sí, como tantas otras veces, que le decía que sí y nunca pasaba.
Abril Expósito, Cuaderno de Bitácora
Con los años conocí a otro cubano, Regino, del que ya os he hablado en otras ocasiones… a Regino le quiso mucho y muchas veces hablábamos de la comida cubana. Un hombre dulce también, aunque ya, con la retranca catalana (Sitgetana!) que había adquirido como propia en los últimos años de su vida, por haber vivido en Barcelona. Regino se fue hace unos años, por Navidad, y hoy quiero dedicarle este menú tan fantástico que hice hace unos días. A Ana, nunca supe que fue de ella y no recuerdo su apellido para buscarlo en Redes Sociales, también se lo dedico, aunque no le hace falta, su madre lo hace espectacularmente.
La receta del picadillo se la ví a la maravillosa Nati de Poesía Culinaria. Aunque Nati es Brasileña, como yo se deja embrujar por los sabores de todo el mundo. Adoro esas fotos en negro y ese arte culinario que tiene Nati, además de una disponibilidad total. Nati es cariñosa y tiene siempre palabras hermosas que combina en partituras alegres y dulces. En cuanto ví el picadillo recordé a Ana y su madre y aquella comida de Sábado.
Para el picadillo podéis consultar la receta aquí.
ARROZ A LA CUBANA CON PICADILLO Y TOSTONES
Ingredientes:
(para 2 personas)
Picadillo
½ Kg de Carne Picada (yo usé de ternera)
2 cebollas
1 pimiento rojo
1 pimiento verde
100g de tomate triturado (puede ser en conserva)
1 copita de vino blanco o ½ vaso para cocinar (yo suelo usar el vino turbio)
20g de uva pasas
150g de aceitunas verdes deshuesadas y cortadas en trocitos pequeños
1 cucharadita de café de comino molido
Orégano
1 hoja de Laurel
Sal/Pimienta
Tostones
2 Plátanos Macho
Aceite de girasol
Arroz Blanco
2 tazas de café de arroz
2 ajitos
AOVE
Sal
Frijoles
Usé los de la marca Goya, deliciosos
1. Para el Picadillo y los tostones consultad la receta de Nati
2. El arroz lo herví en abundante agua con sal. Una vez hervido, lo colamos, pasamos por abundante agua fría y dejamos reposar en el colador para escurrir bien.
3. Freír en AOVE un par de ajitos en trocitos pequeños y añadimos el arroz cuando ya estén. Revolver y cuando esté todo bien mezclado, retiramos y ponemos en una bandeja.
Bon Appétit!
Un post muy bonito Mon, tengo que probar ese arroz a la cubana lleno de sabor. En mi viaje de novios estuve en Cuba y ya nos decían que el arroz a la cubana como nosotros lo conocíamos, no existía.
ResponderEliminarBss
No pude evitar poner algo de música para leerte Mon, porque con la primera parte de tu relato de bitácora, ya quedé enganchada, viajé contigo a ese parque allí en medio te vi a ti y a Ana, estuve en medio de la hermosa casa llena de colores, sonrisas, jergas y sabores tan diferentes verdad!!!, es un placer viajar y como Ana quizás somos en aquel sentido esas huérfanas del mundo viajeras que quieren volar por todos lados, no precisamente a hoteles de lujo, más bien a casas propias de la zona, a esos hogares sencillos llenos de calor y espíritu, ver los colores de sus almas, ver los relieves que tienen al frente de sus ventanas, ver quizás tierras de arena, o montañas, ríos..., siempre voy soñando con los campos, quizás porque soy de ciudad enorme y ahora busco el sosiego, el verde. Pues me ha encantado viajar contigo, este picadillo con ese contraste de sabores. Cuando se viaja por tantos lugares, aprendemos que somos ciudadanos del mundo, que ojalá los políticos aprendieran eso también. Aunque soy de mi querida y amada Colombia, llevo ya muchos años en Brasil, compartimos muchos ingredientes de estas tierras que se cuecen de manera diferente pero que resultan tan hermanados y cómo no.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, por esta entrada, siempre son portales mágicos llegar a rincones como el tuyo, es para llegar sin prisas, para sentarse y disfrutar, para bajar el ritmo y tomar un trago amenizado con música y viajar a esos lugares donde nuestra alma ya ha ido.
Mil besos