"Hacía
un día precioso y las vistas del mar desde la terraza relajaban su inquieto
espíritu. Nadie más se había levantado
aún y a ella le encantaba ese pequeño rato en que el universo era suyo. Se
sentaba con su taza de café allí, gozando del intenso olor del mar, de la tenue
luz de la mañana que se iba incrementando al mismo tiempo que el sonido de las
gaviotas y de los pájaros que se iban despertando con ella. A lo lejos vio al viejo labrador de los
Olesson que, como siempre, se adentraba en la playa, se sentaba y contemplaba
el horizonte, acaso como ella, quizás meditando, quizás tan sólo disfrutando.
Estaban solos.
Era
un día difícil. Aquella casa ya nunca tendría el mismo significado para ella
que antes. Allí habían sido felices, muy felices. Durante su breve noviazgo, la
primera vez que vino a Cape Cod, le maravilló. Era hermosa, tranquila, pequeña
al lado de la gran casa familiar de su familia en Rhode Island. El blanco impoluto le recordaba ahora la otra
casa en la que habían vivido los últimos años.
Después, ya casados, se le hacía un poco pesado compartir la casa con
todo el clan… así que solía escaparse con los niños a la playa. John solía quedarse en la terraza, hablando
con su padre y hermanos horas y horas.
Por
eso, disfrutaba doblemente de este momento.
La brisa de la mañana era un poco fría y se levantó para coger una de
las muchas mantitas del salón con la que se cubrió los hombros desnudos. Puso los pies sobre la silla de al lado y
cogió la taza de café con las dos manos. Así, recogida, en aquella mañana de Septiembre, cálida pero fría,
como lo era el día que representaba, pensó en cómo quería que fuera el resto de
su vida. Y desde luego, era lejos de ellos y de toda la repercusión mediática
que les acompañaba.
Hoy
era día 22, once meses sin John. Habían decidido hacer un encuentro familiar
para conmemorar la fecha un mes antes del año, porque el día oficial estaría
lleno de actos públicos. Así que todos se habían juntado este fin de semana,
para pasarlo unidos y asistir a una ceremonia privada en la iglesia del
pueblo.
Un
colibrí se paró delante de sus ojos. Eran animales tan rápidos que aunque estuviese
moviendo sus alas, sus ojos tan sólo percibían la imagen perfecta y estática del pájaro
frente a ella. No existía nada más en aquel momento, el tiempo se detuvo… Los dos ojitos negros clavados en ella, el azúl purpúreo de
su pecho, la raya negra de sus ojos que parecía trazada con un eye liner. Instantes mágicos. Una leyenda guaraní dice
que los colibrís, seres mágicos, sólo se detienen delante de personas cuyas
almas, una vez muertas y convertidas en flor, recogerán con su pico para llevar
al paraiso. Un ruido tras ellos los
separó.
Un
niño de unos 4 años se sentó en la mesa y acercó la mano a un donut. Ella no pudo dejar de mirarle con reprobación. El, puso cara de puchero al darse cuenta del
gesto de su madre. No pudo dejar de sentirse culpable, al fin y al cabo, el niño no tenía la culpa de la educación
austera que ella había recibido… y lo
peor de todo, aún ni hacía un año que este niño había perdido a su padre. Le
acarició la cabeza y le dijo lo más dulcemente que pudo: “no pasa nada
John-john…comételo. Pero no comas más, que después iremos a comer al
restaurante que le gustaba a Papá y pediremos la sopa de almejas”.
Abril Expósito
Cuaderno de Bitácora
Esta
sopa, típica de Boston y de la costa Este de Estados Unidos siempre me hace
pensar en la sociedad biempensante y bien posicionada americana. Por eso me ha llevado a los Kennedy, que eran
de Boston y veraneaban en la costa Este, en Cape
Code y Rhode Island.
De
origen inglés (más bien irlandés), los chowder son sopas espesadas de un
ingrediente, como la de maíz (podéis ver receta aquí)
o la de almejas. Básicamente hay dos
tipos, la blanca, la New England, la que se hace en la costa con nata y leche y
la de tomate de Manhattan. Según algunas
teorías la adición del tomate viene de los emigrantes portugueses que usan
tomate en gran parte de su gastronomía.
De la New England tenemos constancia desde el S.XIX en cambio de
Manhattan (ó New York antes) se conoce desde 1930 aprox. Existe una pugna tan “intensa” entre ambos
chowder que en 1939 se instauró una ley en Maine que prohibía la versión
tomate.
Suele
acompañarse con crackers o unos panecillos octogonales de ostra muy parecidos
físicamente a nuestras maravillosas Quelys!
Así que, ahí las tenéis.
Yo
he hecho la receta de Anthony Bourdain, de su libro, Appetites. El empieza diciendo “Sólo hay un chowder, las
demás son sopas”. Curiosamente él la
aprendió de Lydia, hija de emigrantes portugueses, que tenía un restaurante en Cape Code. Y la hacía sin tomate. Incluso al final solía ponerle una punta de
mantequilla encima antes de servirla.
La
primera vez que la hice usé 1kg de almejas frescas y la segunda usé 1,5kg congeladas, cuyo precio varía
mucho. Ambas están muy buenas. La segunda vez también usé una panceta adobada con pimentón y le dio un toque muy bueno. Intentar evitar usar el bacon barato, porque domina demasiado su sabor.
NEW
ENGLAND CLAM CHOWDER
Ingredientes:
(para 6 personas)
1kg de almejas frescas/1,5kg
almejas congeladas
1 loncha de Panceta de
calidad. Si es posible usamos ahumada.1 cebolla blanca
3 patatas medianas
2 cucharadas de harina
250g de leche
125g de crema de leche
Sal/pimienta
Quelys/Crackers
Perejil o cilantro de acompañamiento.
AOVE
1.
Ponemos
en una sartén un poco de agua y la llevamos a ebullición. En ese momento vamos
poniendo almejas (en docenas mejor) y cuando se abran las sacamos con ayuda de
unas pinzas. Las que no se abran las descartamos. Cuando las hayamos abierto
todas, separamos de sus conchas, y reservamos. El líquido lo colamos y
reservamos también.
2. Ponemos en una sartén la panceta y
dejamos que se fría en su propia grasa. Añadimos la cebolla cortada en
brunoise. Salpimentamos y dejamos pochar.
3. Cortamos las patatas en cuadraditos
pequeños y las añadimos a la sartén.
4. Vertemos agua por encima y dejamos que
hierva.
5. Mezclamos la harina con un poco de la
leche y añadimos a la sopa. Revolvemos bien.
6. Dejamos hervir hasta que las patatas
estén al punto.
7. Antes de servir añadimos el resto de
la leche y la crema de leche y calentamos, pero nunca la volvemos a hervir.
8. Justo antes de servir incorporamos las
almejas y el líquido de haberlas abierto (que no será mucho y no nos estropeará el espesor).
9.
Podemos
servir con perejil o cilantro y con las Quelys.
Bon Appètit!
Un gustazo leer tu post de arriba abajo.
ResponderEliminarLa chowder me encanta (con tomate no la he comido, así que tendré) y eso que dices de la panceta me ha llegado. El texto es estupendo. Me ha llevado a ese lugar y me ha puesto en el pellejo de Jackie.
Bravísimo, Montse.
¿Y no usas el jugo de las almejas?
ResponderEliminarJavier en algún momento hay un error. Sé perfectamente que usé el líquido que había reservado de ir abriendo las almejas en la crema. Voy a revisar la receta, y corrijo el error. Michas gracias por señalármelo.
EliminarCorregido. Una vez incorporadas las almejas según Bourdain. Hay que tener en cuenta que no es una cantidad de líquido muy elevado, sino más bien concentrado, que incorporarlo a la crema no va a estropear el grado de espesor.
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