Sentado en el sillón de la habitación observaba a su madre,
inducida al coma por los médicos, para solucionar una situación grave pero que
no parecía tendría el desenlace que finalmente tuvo. La miraba con esa mezcla de admiración,
querencia, y pasión que los hijos varones, sin hermanas, suelen tener hacia sus
madres. Por su mente, en aquel momento,
pasaban las imágenes de su madre en sus últimos veranos en la casa de
Granollers. Mientras ellos se bañaban en la piscina, su madre preparaba la
comida y vestía esos turbantes y foulards tan glamourosos que ella tenía.
Esa época, su madre había reconocido que fue la más feliz de su vida.
Dirigía en la sombra, pero con mano
firme el negocio familiar, al mismo tiempo que se ocupaba de la casa y los
niños. Siente que ha vivido una infancia
feliz junto a esta mujer que era dulcemente severa y la más elegante de las
madres de sus amigos. Estaba orgulloso cuando ella le venía a buscar al
colegio, podía darse cuenta, como su madre despertaba las miradas de otras
madres y de algunos de sus compañeros. Cuando yo alguna vez había ido a casa de mi amigo, sentía que estaba en casa de unos condes.... siempre aficionados a los cuadros y las antigüedades y el look y la prestancia de su madre, apoyaban esa idea.
Antonia, que así se llamaba su
madre, nació en 1933 en Pedrógão grande (Portugal) población de la
que era su abuela y dónde quiso ir a dar a luz a pesar de vivir en España, en Cardeña,
Còrdoba, concretamente. Vivió sus primeros 13 años de vida en Córdoba, en una
casa de campo, y aunque fue una niñez feliz, tengamos en cuenta que parte de
ella transcurrió durante la guerra civil. Más tarde se trasladaron a Marmolejo (Jaén),
donde fue al colegio y la situación económica familiar mejoró. La madre de Antonia, mente inquieta, decidió
ir a vivir a Madrid siguiendo a su hermana Arlinda, y luego incluso pensó en
emigrar a Venezuela como hacían muchos españoles por aquel entonces. Finalmente, la inquietud viajera de la abuela
las llevaron a Barcelona. Antonia encontró
trabajo en una empresa farmacéutica y su
vida transcurría como la propia de una joven. Trabajaba, iba al cine, a bailar
y a los toros. En la Sala Novedades, conoció al que sería su marido. Al poco de
nacer su primer hijo, se trasladaron a Granollers, dónde compraron una casa con
un negocio ganadero adjunto. Fue una época
feliz para Antonia que con mano firme se ocupó del negocio, se sacó el carnet
de conducir, participaba de la vida social del pueblo y se ocupaba de los niños;
pues entonces nació su hijo pequeño.
Problemas familiares con la otra parte de la familia que
participaba del negocio, hicieron que se
terminara esta dorada época familiar y se trasladaron a Barcelona de nuevo. Allí,
compraron un precioso ático en San Gervasio. Antonia se dedicó a ser ama de
casa. En 1994 sufrió un ictus que,
aunque no se le notaba en absoluto, mermó alguna de sus cualidades
neurológicas. Pero seguía siendo la mujer elegante y distinguida que siempre
fue. No levantaba nunca la voz, sonreía, hablaba sin estruendos y era
enormemente discreta.
Mi amigo sigue sentando mirando a su madre con la misma intensidad
con la que la miraba cuando tenía 10 años. Siempre se ha sentido muy ligado a
ella. Entra en la habitación su otro hijo, el hermano mayor. Trae una botella
de agua que le da a su hermano en silencio. Se sienta también. Vuelve a abrirse
la puerta y entra su padre. Ese hombre independiente que, sinceramente, no imaginaba
esto y se siente terriblemente solo. Nadie dice nada, pero una corriente de energía
recorre la habitación. El único sonido es
el de su latir en la máquina que resume sus constantes vitales. Es
imperceptible, pero una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro de Antonia. Sus
ojos se alargan, sus comisuras se elevan. Sonríe, porque sabe que los suyos siempre
estarán juntos con ella y porque los siente. Para siempre habrá vínculos imposible de romper con ellos y entre ellos... como el cordel rojo de los chinos. Han sido su mayor felicidad.
-.-
Siempre que he comido en casa de mi amigo el salmorejo es protagonista, ya sea porque está en la mesa, ya sea porque se habla de él; de quién lo hace mejor, de quién tiene el toque del comino dominado, de quién no puede uno dejar de repetir. Ahora lo hace siempre su padre, exquisitamente. Tiene mano para la cocina. Tal es su don, que yo creía que esta receta era de él. Mi amigo hace un tiempo me lo aclaró. Fue su madre que le enseñó a hacer el salmorejo a su padre. Por tanto, como corresponde al salmorejo, esta receta es Cordobesa, de pura cepa. Yo siempre repito en su casa y lo comería en Diciembre si fuera necesario. A todos les encanta, hijos y nietos, incluidos los gemelos de la familia de 10 años. Para siempre se queda con nosotros, como el dulce y fragante recuerdo de Antonia.
SALMOREJO CORDOBÉS DE ANTONIA
Ingredientes:
(para 4 personas)
Salmorejo Base:
2 tomates de Barbastro hermosos (cualquier tomate bien maduro sirve)
Pan de hogaza o de payés
1 ajo (sin su raíz)
AOVE suave
Vinagre de Jerez ( o el que os guste)
Sal
Picatostes:
Tomate
2 huevos duros
1 pepino
Comino en polvo
Picamos en brunoise o trocitos pequeños el pepino, un tomate y los huevos duros.
Los ponemos en un bol y les ponemos el comino
Preparamos el salmorejo base como habitualmente tengamos costumbre. Yo pongo los tomates en un batidor de vaso, con el pan remojado en vinagre, la sal y el ajo. Cuando esté bien amalgamado añadimos en un hilo el AOVE. Probamos el punto de sal y si está demasiado espeso podemos añadirle un poco de agua.
Vertemos sobre los picatostes el salmorejo y si podemos, lo dejamos macerando en la nevera el día antes.
In Memoriam
Gracias Montse por esta receta, por este homenaje. La cocina es el reflejo de cada uno, de su entorno, de sus circunstancias. Los platos elaborados con cariño saben a cariño... Tú, como parte de esta familia, estas presente en nuestras recetas y estoy segura que también en el salmorejo de Antonia.
ResponderEliminarUn abrazo
Roser
El salmorejo es uno de mis platos favoritos y, como tú, lo comería incluso en diciembre. Sin embargo, hoy, lo que más me gusta y me ha estremecido en la historia de Antonia. ¡Todas las Antonias del mundo hablan a través de esta historia!
ResponderEliminarPreciosa, Montse. Una preciosa historia de verdad. Gracias por contárnosla.
Besitos