Hoy es Sant Estebán y en miles de
hogares catalanes se servirán canelones. Es una tradición, nadie sabe de dónde
arranca aunque todo el mundo supone que es un modo de aprovechar las “sobras”
del cocido catalán que se ha servido el día de Navidad.
Con el blog Fogons, Cuina&Fotografía, acordamos que hoy publicaríamos nuestras recetas de canelones, siendo conscientes que no es necesario explicar cómo se cocinan. En muchísimas casas, se abandonarán hoy un poco los fuegos y los pucheros, se descongelarán o calentarán los canelones hechos previamente, se hará una simple bechamel y finalmente se gratinará una bandeja de canelones caseros o comprados.
La mia es una receta melancólica, una receta de homenaje. Hablábamos hace poco, con motivo de la serie Downton Abbey de la importancia de esas mujeres anónimas que trabajaron en las cocinas de señores y familias, de un modo magistral sin apenas recibir palabras de admiración, como SÍ las recibimos ahora las personas que preparamos una “comida familiar” por cualquier motivo especial, como el de hoy. Ahora, por las vueltas que ha dado la vida, sabemos valorar el trabajo de ese plato humeante que nos hará disfrutar momentos inolvidables.
Mi abuela no fue una gran cocinera, en el sentido de que no había recetas mágicas, ni platos maravillosos…y sin embargo, todo lo que salía de su cocina nos sabía buenísimo. Mi madre y yo hacemos la “Escudella” (cocido catalán) básicamente igual que ella y los macarrones de la familia parten de ella. No importa. Nos gustaba todo lo que hacía. Hablé de la casa de mi abuela ya en otra entrada así que no quiero extenderme con lo que suponía para dos niños caer un par de noches en la casa familiar.
En el año 1970 (y varios años posteriores) las Navidades eran una ginkana. Salíamos en coche de Madrid (primero y de Lisboa después) un 24 para volver un 27. Eran jornadas agotadoras, pero muchísima gente las hacía igual. La vida era así entonces. No existía la “facilidad y economía” de los aviones y el coche representaba comodidad frente al tren. Además eran los años del boom automóvilistico y todo el mundo hacía grandes trayectos con sus 124, sus SEAT y sus FIAT. Fueron años de coches llenos de paquetes, familias y canarios dentro de sus jaulas. Pero se vivía así. Las horas de coche eran pesadísimas y mi hermano y yo jugabamos a todo, y terminabamos agotados. Recuerdo, que en un tramo del camino, ya cansada, apoyada en la ventanilla, veía pasar altas paredes de montaña cortada en seco como con un cuchillo que rodeaban la carretera, y como siempre tuve mucha fantasía me despertaban la gula pensando en esas grandes latas de lomos de atún en aceite de los mercados. Supongo que tenía hambre y proyectaba imágenes en ese sentido. No lo sé, pero ahora, a mi “ente gastronómica” le hace gracia ese recuerdo.
Ese año se había anunciado una ola de frío siberiano. Cuando entramos en la Panadella todo estaba helado. El día de Navidad llegamos a la hora de comer a casa de nuestra abuela paterna y pasamos el día allí. Por la noche, ya en la casa de mi abuela, mi madre hacía canelones de nosotros con viejas mantas en la cama para que superaramos el frío intenso de la noche. Y al día siguiente, San Estebán en Cataluña, festividad tan importante como el propio día de Navidad, salían los canelones de mi abuela Carmen. En aquel comedor desangelado, con un pequeño árbol de plástico de lucecitas sobre la tele con su maceta envuelta en papel albal (si, esas teles “muebles decorativos” que forman parte de nuestra memoria colectiva), en una mesa con cero adornos navideños y una simple mantelería de cuadros, al calor de dos estufas de gas con ese olor carácterístico del butano, llegaban al fin, en una bandeja de horno vieja esos canelones, quizás con grumos en la bechamel de los que os hablaba al principio, que nos parecían deliciosos y nos hacían sentir la Navidad más auténtica.
Al día siguiente cogíamos el coche y nos volvíamos. Aquel año el camino fue una odisea hasta llegar a Lleida. Una nevada intensa hizo del camino una carretera infernal, una fuerte niebla, la pérdida de una cadena que hizo que mi padre saliera “imprudentemente” del coche a colocar otra cuando apenas se veía nada….convirtió aquel viaje en el “el peor” y curiosamente es uno de los recuerdos más vivos que tengo de unas Navidades familiares. Adjunto unas fotos con una calidad pésima pero son cápturas de pantalla que he hecho de un DVD que es una re-edición de Super-8 a DVD y claro, entre “su edad” y diversas reediciones, no se puede hacer mucho más… pero creo que podeis ver reflejado lo que os contaba.
Con el blog Fogons, Cuina&Fotografía, acordamos que hoy publicaríamos nuestras recetas de canelones, siendo conscientes que no es necesario explicar cómo se cocinan. En muchísimas casas, se abandonarán hoy un poco los fuegos y los pucheros, se descongelarán o calentarán los canelones hechos previamente, se hará una simple bechamel y finalmente se gratinará una bandeja de canelones caseros o comprados.
La mia es una receta melancólica, una receta de homenaje. Hablábamos hace poco, con motivo de la serie Downton Abbey de la importancia de esas mujeres anónimas que trabajaron en las cocinas de señores y familias, de un modo magistral sin apenas recibir palabras de admiración, como SÍ las recibimos ahora las personas que preparamos una “comida familiar” por cualquier motivo especial, como el de hoy. Ahora, por las vueltas que ha dado la vida, sabemos valorar el trabajo de ese plato humeante que nos hará disfrutar momentos inolvidables.
Mi abuela no fue una gran cocinera, en el sentido de que no había recetas mágicas, ni platos maravillosos…y sin embargo, todo lo que salía de su cocina nos sabía buenísimo. Mi madre y yo hacemos la “Escudella” (cocido catalán) básicamente igual que ella y los macarrones de la familia parten de ella. No importa. Nos gustaba todo lo que hacía. Hablé de la casa de mi abuela ya en otra entrada así que no quiero extenderme con lo que suponía para dos niños caer un par de noches en la casa familiar.
En el año 1970 (y varios años posteriores) las Navidades eran una ginkana. Salíamos en coche de Madrid (primero y de Lisboa después) un 24 para volver un 27. Eran jornadas agotadoras, pero muchísima gente las hacía igual. La vida era así entonces. No existía la “facilidad y economía” de los aviones y el coche representaba comodidad frente al tren. Además eran los años del boom automóvilistico y todo el mundo hacía grandes trayectos con sus 124, sus SEAT y sus FIAT. Fueron años de coches llenos de paquetes, familias y canarios dentro de sus jaulas. Pero se vivía así. Las horas de coche eran pesadísimas y mi hermano y yo jugabamos a todo, y terminabamos agotados. Recuerdo, que en un tramo del camino, ya cansada, apoyada en la ventanilla, veía pasar altas paredes de montaña cortada en seco como con un cuchillo que rodeaban la carretera, y como siempre tuve mucha fantasía me despertaban la gula pensando en esas grandes latas de lomos de atún en aceite de los mercados. Supongo que tenía hambre y proyectaba imágenes en ese sentido. No lo sé, pero ahora, a mi “ente gastronómica” le hace gracia ese recuerdo.
Ese año se había anunciado una ola de frío siberiano. Cuando entramos en la Panadella todo estaba helado. El día de Navidad llegamos a la hora de comer a casa de nuestra abuela paterna y pasamos el día allí. Por la noche, ya en la casa de mi abuela, mi madre hacía canelones de nosotros con viejas mantas en la cama para que superaramos el frío intenso de la noche. Y al día siguiente, San Estebán en Cataluña, festividad tan importante como el propio día de Navidad, salían los canelones de mi abuela Carmen. En aquel comedor desangelado, con un pequeño árbol de plástico de lucecitas sobre la tele con su maceta envuelta en papel albal (si, esas teles “muebles decorativos” que forman parte de nuestra memoria colectiva), en una mesa con cero adornos navideños y una simple mantelería de cuadros, al calor de dos estufas de gas con ese olor carácterístico del butano, llegaban al fin, en una bandeja de horno vieja esos canelones, quizás con grumos en la bechamel de los que os hablaba al principio, que nos parecían deliciosos y nos hacían sentir la Navidad más auténtica.
Al día siguiente cogíamos el coche y nos volvíamos. Aquel año el camino fue una odisea hasta llegar a Lleida. Una nevada intensa hizo del camino una carretera infernal, una fuerte niebla, la pérdida de una cadena que hizo que mi padre saliera “imprudentemente” del coche a colocar otra cuando apenas se veía nada….convirtió aquel viaje en el “el peor” y curiosamente es uno de los recuerdos más vivos que tengo de unas Navidades familiares. Adjunto unas fotos con una calidad pésima pero son cápturas de pantalla que he hecho de un DVD que es una re-edición de Super-8 a DVD y claro, entre “su edad” y diversas reediciones, no se puede hacer mucho más… pero creo que podeis ver reflejado lo que os contaba.
Me gusta recordar a mi abuela Carmen. Creo que fue una mujer que con otra vida, hubiese sido otro tipo de persona. Creo que no
pudo brillar como hubiera tenido que hacerlo. La vida le puso trabas,
inconvenientes que no siendo graves, no la dejaron desarrollarse.
De ella, me ha quedado una vajilla inglesa preciosa que fue el regalo de la boda de su madre. Una mujer hermosísima que murió 5 años después de que ella naciera. Una lástima y uno de esos primeros inconvenientes que la marcaron para siempre, su falta. Esta vajilla estuvo toda la vida en una alacena en una casa familiar y nunca fue usada. Afortunadamente y gracias a mi madre, ahora se encuentra en mis manos, e intento, que al menos salga todas las Navidades. Si se rompe algún plato, pues mala suerte (no ha sucedido todavía!) pero quiero disfrutarla…y además el día que lo hago, como la pasada cena de nochebuena la siento más cerca de mí, y trato de que su energía me llene de buenas vibraciones. Y creo que lo consigue, pues las veces que han “protagonizado” mi mesa, éstas han sido grandes veladas!!!!!
De ella, me ha quedado una vajilla inglesa preciosa que fue el regalo de la boda de su madre. Una mujer hermosísima que murió 5 años después de que ella naciera. Una lástima y uno de esos primeros inconvenientes que la marcaron para siempre, su falta. Esta vajilla estuvo toda la vida en una alacena en una casa familiar y nunca fue usada. Afortunadamente y gracias a mi madre, ahora se encuentra en mis manos, e intento, que al menos salga todas las Navidades. Si se rompe algún plato, pues mala suerte (no ha sucedido todavía!) pero quiero disfrutarla…y además el día que lo hago, como la pasada cena de nochebuena la siento más cerca de mí, y trato de que su energía me llene de buenas vibraciones. Y creo que lo consigue, pues las veces que han “protagonizado” mi mesa, éstas han sido grandes veladas!!!!!
En mi familia los canelones se
hacen con las sobras del día de Navidad (carne del cocido familiar –escudella –
y restos del pollo relleno) pero hoy los haré como los preparo yo cuando quiero
hacer “canelones” de no-sobras.
CANELONES
Ingredientes:
½ Kg de carne de ternera (para
estofar, una pieza para el caldo…lo que se desee)
½ kg de carne de pollo
½ kg de carne de cerdo (una pieza de lomo de dos colores o carne de butifarra buena)
verduritas para hacer con la carne (zanahoria, cebolla, ajos…)
1 lata de foie-gras (MINA en mi caso, por razones sentimentales)
1 cebolla-1 ajo
1 tomate o un poquito de tomate frito
Tomillo/Romero/Sal/Pimienta
4 ó 5 cucharadas de harina (en función de la cantidad de carne)
Leche/harina
Bechamel:
500g de leche entera
50g de mantequilla
50g de harina
Nuez Moscada
Sal/Pimienta
½ kg de carne de pollo
½ kg de carne de cerdo (una pieza de lomo de dos colores o carne de butifarra buena)
verduritas para hacer con la carne (zanahoria, cebolla, ajos…)
1 lata de foie-gras (MINA en mi caso, por razones sentimentales)
1 cebolla-1 ajo
1 tomate o un poquito de tomate frito
Tomillo/Romero/Sal/Pimienta
4 ó 5 cucharadas de harina (en función de la cantidad de carne)
Leche/harina
Bechamel:
500g de leche entera
50g de mantequilla
50g de harina
Nuez Moscada
Sal/Pimienta
Poner en una bandeja de horno
todas las carnes con las hierbas que nos gusten y las cebollitas
y zanahorias. Lo salpimentamos y dejamos caer un chorrito generoso de aceite
por encima. Horneamos una horita hasta que esté hecho a unos 150º. Si se quiere cuando queden unos 20 minutos se puede poner un toque de cognac por encima para que el rustido quede aún más sabroso.
Sacamos del horno y pasamos por la picadora todas las carnes y las verduritas. Personalmente me gusta que el punto no sea excesivamente triturado, me gusta encontrar trocitos de carne diminutos, pero eso es muy personal.
Ponemos en una sartén un poco del aceite del horno y sofreímos una cebolla hasta que esté transparente. Añadimos unas 4 cucharadas de tomate frito o tomate crudo y en este último caso dejamos sofreír el tomate. Cuando esté hecho incorporamos la carne y la lata de foie gras.
Espolvoreamos por encima unas 4 ó 5 cucharadas de harina e incorporamos perfectamente con la carne. A partir de este momento le añadimos un chorrito generoso de leche y revolvemos hasta que notamos que la carne se despega de las paredes de la sartén y el fondo. No dejar de revolver pues la harina se nos enganchará por debajo. Llegados a este punto cerramos el fuego y reservamos. Si vemos que no se nos “liga” podemos incorporar más harina y veremos como se consigue este efecto “despegado”.
Hervimos la pasta siguiendo las instrucciones de la caja. Por experiencia sé que es mejor hervir la pasta paquete a paquete. La ambición hace que si se pone más se peguen las placas o se rompan muchas. Es un trabajo que si son muchos canelones se hace un poco tedioso pero se salvan más placas. Añado sal al agua y un chorrito de aceite que ayuda a evitar que se peguen y pasados los 3 ó 4 primeros minutos revuelvo la olla con la espátula suavemente para ir evitando que la placas se peguen entre si. Una vez se ha hervido la pasta la pasamos a un bol con agua fría. Luego en un trapo de cocina limpio sobre la mesa vamos disponiendo las placas. Con otro trapo limpio, lo ponemos encima de las placas y presionamos para secar los excedentes de agua.
Con ayuda de una cuchara disponemos porciones del relleno, generosas, sobre la pasta (los canelones han de ser gorditos, llenos de carne). Enrollamos y vamos disponiendo en una bandeja dónde vamos a gratinarlos, que previamente hemos “engrasado” con un poco de mantequilla. Si no vamos a cocinarlos todos, es el momento ahora de poner los que no queremos en papel albal ó un tupper para congelar.
Sacamos del horno y pasamos por la picadora todas las carnes y las verduritas. Personalmente me gusta que el punto no sea excesivamente triturado, me gusta encontrar trocitos de carne diminutos, pero eso es muy personal.
Ponemos en una sartén un poco del aceite del horno y sofreímos una cebolla hasta que esté transparente. Añadimos unas 4 cucharadas de tomate frito o tomate crudo y en este último caso dejamos sofreír el tomate. Cuando esté hecho incorporamos la carne y la lata de foie gras.
Espolvoreamos por encima unas 4 ó 5 cucharadas de harina e incorporamos perfectamente con la carne. A partir de este momento le añadimos un chorrito generoso de leche y revolvemos hasta que notamos que la carne se despega de las paredes de la sartén y el fondo. No dejar de revolver pues la harina se nos enganchará por debajo. Llegados a este punto cerramos el fuego y reservamos. Si vemos que no se nos “liga” podemos incorporar más harina y veremos como se consigue este efecto “despegado”.
Hervimos la pasta siguiendo las instrucciones de la caja. Por experiencia sé que es mejor hervir la pasta paquete a paquete. La ambición hace que si se pone más se peguen las placas o se rompan muchas. Es un trabajo que si son muchos canelones se hace un poco tedioso pero se salvan más placas. Añado sal al agua y un chorrito de aceite que ayuda a evitar que se peguen y pasados los 3 ó 4 primeros minutos revuelvo la olla con la espátula suavemente para ir evitando que la placas se peguen entre si. Una vez se ha hervido la pasta la pasamos a un bol con agua fría. Luego en un trapo de cocina limpio sobre la mesa vamos disponiendo las placas. Con otro trapo limpio, lo ponemos encima de las placas y presionamos para secar los excedentes de agua.
Con ayuda de una cuchara disponemos porciones del relleno, generosas, sobre la pasta (los canelones han de ser gorditos, llenos de carne). Enrollamos y vamos disponiendo en una bandeja dónde vamos a gratinarlos, que previamente hemos “engrasado” con un poco de mantequilla. Si no vamos a cocinarlos todos, es el momento ahora de poner los que no queremos en papel albal ó un tupper para congelar.
Preparamos la bechamel. Personalmente
la monto como un “roux”. Deshago en el cazo la mantequilla, incorporo la
harina, dejo que se “sofría” un poco para perder el sabor de harina, y sé que
es la cantidad correcta cuando veo que se convierte en una unidad, como casi una bola
(es decir que no es una masa semiliquida). Pero el punto de espesor de la
bechamel es muy personal y hay quién le gusta más líquida en cuyo caso, esta
masa debe quedar más líquida. Con ayuda de un batidor manual voy incorporando
muy despacio la leche (que podemos haber calentado antes para “aligerar” en
tiempo este proceso) y voy revolviendo cada vez que incorporo la leche para
evitar la formación de grumos (de todos modos si os pasa no os agobieis…al
final, le dais un toque de pimer y queda estupenda). Cuando ya se ha
incorporado toda le leche, añado la nuez moscada, un toque de pimienta y la sal. Revolviendo
sin parar esperamos el momento del hervor en que espesará. Apagamos el fuego y si
no vamos a usarla inmediatamente la cubrimos con plástico de cocina para evitar que
se forme esa capa desagradable.
Verter por encima de los canelones. Rallar parmesano y añadir unas pequeñas plaquitas de mantequilla por encima. Gratinar.
Madre mia!!!!!!
Verter por encima de los canelones. Rallar parmesano y añadir unas pequeñas plaquitas de mantequilla por encima. Gratinar.
Madre mia!!!!!!
Que estupendos se ven, hoy me comía un plato de estos o mejor los dejo para otro día que hoy todavía estoy empachada!! Probaré a hacerlos así!!
ResponderEliminarQue bonitos recuerdos!!!
Besotesss
Sí, señora, hoy es el día estrella de los canalones...Creo que cada casa tiene su forma particular de elaborarlos :) Muy buena pinta tu receta, los probaré con el permiso de mi madre :-)
ResponderEliminarGenial, nena, sembla un capítol de 'Cuéntame como pasó', ostres, de veritat, en tinc la imatge, i quan he vist les fotos m'ho he dit, igual com m'ho havia imaginat!!! Jo encara no havia nascut, o sigui que les meves imatges del Nadal de petita són una mica diferents, però el teu m'ha encantat!
ResponderEliminarNo pararia de comentar, és que m'ha encantat, ja et dic que vas tenir una infància ben atípica. La vaixella una joia!
Ha sigut una bona col·laboració, no? les dues publicant els nostres canelons. Avui hem menjat els típics, els de carn, i amb paté MINA, t'ho juro, la meva mare també utilitza aquest i el dia que vam acordar que els faria jo me'n vaig anar amb dues llaunes de MINA al cistell, jaja!
¡¡que bellos recuerdos!!!.
ResponderEliminarEn casa tambien hemos preparado, como no els canelons de San Esteve.
Estaban buenísimos, como sin duda los tuyos.
Una baraçada i FELIÇ ANY NOU
Hay cosas que no deben perderse nunca, como los canelones de la madre. Felices fiestas, un abrazo.
ResponderEliminarAcabo de llegir una història molt semblant, molt interessant!
ResponderEliminarBon Nadal i feliç 2013!
las canelones hechos asi son tremendos y en casa tambien con mina por razones sentimentales¡¡
ResponderEliminarBon Any Nou
Els canelons un clàssic de Sant Esteve! m'ecanta!!
ResponderEliminarM'has deixat d'una peça! Nena quina entrada més bonica. M'has fet recordar quan anàvem els quatre germans dins del 600 i no paràvem de barallar-nos, tot anant cap a casa de la meva àvia que feia uns canalons i un rostit que tocava el cel...Tot era tan bo! T'has deixat un detall: un tapet de ganxet que també hi havia sobre el televisor.
ResponderEliminarPer cert, t'he de dir que molts anys compro els canalons fets, amb el dinar de Nadal ja quedo servida.
Un petonàs,
Nani
Com ja t'han dit les compis aquí dalt... quina entrada més bonica! Jo mai m'he hagut de moure pels Nadals, la meva família és petitona i tots de Barcelona, però sí que m'has fet pensar en les jornades maratonianes preparant canelons, ajudant a la cuina, el menjar de la meva àvia... genial!
ResponderEliminarEls canelons fan una pinta fantàstica, nosaltres aquest any en farem per Reis, qua hir em va tocar innovar una mica!
Petons
Sandra
Quin relat més ple de records i els teus, uns canelons de primera! Que tingues molt bon any! Marta
ResponderEliminarque bonitos recuerdos, casi que he vivido aquel viaje y esa comida! mi abuelita paterna se llamaba Carmen también y la quería (quiero) con locura también. Me has traido grandes recuerdos! un besazo! Los canelones a mi también me ponen algo nostálgica y me encantan, se ven deliciosos los tuyos.
ResponderEliminarEstas son las recetas que me gustan, con historia, las de casa. Mi madre y mi abuela se llamaban Carmen también. como hubiesen disfrutado mi madre y mi abuela con el blog, con todos los adelantos que hay ahora y como tu dices, la época no las dejo que sacasen todo su potencial.
ResponderEliminarUn besito y me llevo esta receta. Feliz navidad!!
Mon, acabo de pasar por aquí para coger tu receta de los canelones. Va directamente al archivo de recetas pendientes.Besos
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