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martes, 11 de octubre de 2011

SOPA DE AJO

La cocina de siempre


SOPAS HUMILDES

Muy someramente pero empezó a correr el aire… durante unos días creímos que había llegado el otoño y sacamos con ilusión las rebecas de las cajas de lo alto del armario. En el autobús dejaron de poner el aire acondicionado y en las casas bastaba abrir las ventanas para dejar que la brisa otoñal atravesase nuestras vidas llevándose el calor sofocante de este final de verano…. Pero no… fue una vana ilusión y el anticiclón vuelve a estar sobre nosotros aplastando y confundiendo.

Y yo, con las corrientes, me he resfriado. Es típico este primer constipado del invierno, como recordándonos que somos humanos débiles presas de cualquier virus que se cuele en nuestro organismo oculto en una simple brisa vespertina. Y en medio del caos, entre los kleenex, las couldinas y el vicks vaporub he recordado esos menús de enfermo que nos hacían nuestras madres... en mi caso era la sopita de arroz con ajo y laurel y luego aderezada con un chorrito de aceite y detrás una porción de merluza hervida con una patatita. De postre, cuando ya estaba mejor me daban un flan y para desayunar zumo de naranja…. Esos pequeños privilegios.  Pero eso no duraba mucho... de repente llegaba tu madre, entraba en la habitación, te echaba de la cama, abría las ventanas para que se ventilara la habitación de microbios y tú te veías ahí en medio, medio desnuda, aterida de repente por la intuición de que,  la sobreprotección se iba a acabar. Y tú madre te ponía el termómetro y si no había ya fiebre, al día siguiente al colegio.

Si que había algo que me gustaba de los menús de enfermo y es la sopa de ajo. Ese remedio de abuelas, que he comido en pocas ocasiones pero que me gusta mucho y me hace sentir llena de energía. El poder antibiótico del ajo, su leyenda vigorizante y su sabor siempre me han gustado. Mi madre siempre me recuerda como una vez en Lisboa, dónde acostumbraban a colocar sobre el bacalao cocinado un ajo pinchado en un palillo como adorno, yo lo cogí demasiado rápido para poder ser advertida y me lo metí en la boca pensando que estaba hervido. Fue un bocado "delicado" pero ese ese día, como Obélix cuando cayó dentro de la marmita… me volví inmune. Ya no me afecta si pica o si algo está fuerte de ajo. Al revés me encanta… Sería capaz de mojar toda una barra de pan en un all-i-oli o en frotar un ajo con fruición en una rebanada de pan de hogaza tostado al fuego.  El gazpacho me gusta fuerte de ajo y en fin… al contrario que a Victoria, a mi me encanta como huelen las cocinas españolas dónde el ajo es un rey.

He unido pues en esta receta tres clásicos remedios de nuestras abuelas; la sopa de ajo, la sopa de tomillo y el traguito de coñac que nos ponían en la leche para hacernos “sudar” que era entonces la panacea de cualquier subida de fiebre. Como base usé las explicaciones para la sopa de ajo del blog Cocina con nieves  y luego adapté la receta.



SOPA DE AJO

Ingredientes:
(para 2 personas)

6-8 ajos (3-4 deberían ser el mínimo)
2 rebanadas de pan (tipo payés, hogaza, es decir, redondo) cortado en 4 trozos
Caldo suave de pollo casero
1 copa generosa de cognac o brandy
1 ramillete de tomillo seco
Pimentón de la Vera (yo tengo uno ahumado que le da un toque genial)
Aceite de oliva vírgen extra
Sal/Pimienta

Freír en una olla, dónde luego hervirá la sopa, los ajos.  Cuando estén dorados,  verter el cognac y dejar que se evapore el alcohol. Añadir el pimentón fuera del fuego para evitar que se queme y amargue, el pan en trozos toscos (si se quiere más espesa la sopa se pone más pan) y el tomillo. Dejar unos minutos  y añadir el caldo suave (si no se tuviera puede añadirse agua).  Salpimentar.

Dejar hervir unos 10 minutos. Sacar el tomillo y triturar con el pimer. Personalmente no me gusta encontrarme el pan todo deshecho por dentro de la sopa. Pasarla por un tamiz fino y servirla.

Si no estamos enfermos un toque de leche o crema de leche la sube de categoría y se convierte en una crema mucho más suave. También puede hervirse en ella un poco de pasta pequeña, ó fideos, e incorporar trocitos de pollo como picatostes. La imaginación es vuestra.  Nuestras madres, cuando no mirábamos, añadían una yema de huevo cruda para que fuera más nutritiva. Al gusto.





2 comentarios:

  1. hummm Abril que rica sopita, me encanta tu idea de ponerle tomillo (siento debilidad por el tomillo, me recuerda a mi tierra, al monte... ayyy) oyee llevas razón, el anticiclón está de un pesado grrr! me he reido mucho con lo que cuentas porque mi madre era exactamente igual!! :-)
    Méjorate de tu resfriado!
    Feliz miercoles festivo!
    Un beso grande,
    Nieves.
    http://igloocooking.blogspot.com

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  2. Las fotos como siempre magníficas
    A mí también me daban el vaso de leche con cognac por la noche ... dormía plácidamente
    María

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