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domingo, 17 de julio de 2011

LOMO A LA NARANJA - LACOCINADELOSNUESTROS - CONSOL


 
No sé que tienen las fotos antiguas duras que me atraen poderosamente. Ese “atrezzo” tan barroco (sillas, sofás, decorados de cartón piedra) y tan artificial, compuesto para hacernos creer que en el mundo del retratado todo está bajo control.  Sorprenden las miradas (tal vez por la sorpresa de la fotografía poco usual en sus vidas), que no suelen ser sonrientes, sino serias, concentradas, a menudo poderosas. Esas ropas, limpias, almidonadas, blancas para denotar la perfección del mundo en el que se vive…. Si la fotografía es un fiel retrato del momento y nace como un espejo de la realidad, el retrato familiar de principios del S.XX, es todo menos auténtico.  Es pura apariencia, es ostentación, es puro teatro.

Esta foto es de 1916; la niña de la derecha es Luisa, de quién ya os hablé en otro post y a su izquierda está Consuelo, su hermana.  Se me hace absurdo pensar en la vida de estas niñas, con sus lazos y sus bolsitos ridículos… dónde queda la espontaneidad de una sonrisa, de una instantánea más natural y de una ropa más casual? Aparentar… esa fue una constante en la burguesía catalana de principios de siglo. Todo por parecer lo que no somos. Ahora, en pleno S. XXI perseguimos la imagen del mismo modo, pero ahora somos lo que parecemos, lo que la cámara inmortaliza y la fotografía ya no nos ayuda a “ser otras personas” (a no ser que usemos el photoshop) y los valores sociales que emanan del retrato actual distan mucho, afortunadamente, de aquellos desde los que crecieron estas dos niñas.

Comparto trazas genéticas con ambas, aunque la línea directa de mi familia la formó Luisa. Consuelo trabajaba en un concesionario de coches y acabó casándose con Joaquin, su jefe, en 1930. Formaron un matrimonio sólido que pasó felizmente juntos toda una vida. Ninguno de los dos vive ya pero guardo un gran recuerdo de ambos. A mi me gustaba mucho ir a comer a casa de Consuelo y Joaquin, al contrario que mis abuelos que andaban siempre a la greña, en aquella casa se respiraba armonía. Consuelo cocinaba suave, con sabores sencillos.  En una ocasión me sorprendió con unos canelones sin pasta. El relleno se colocaba sobre una lámina de pan Bimbo, y luego los cubría con bechamel y los gratinaba. Consuelo me dio viejas fotos que creía nadie iba a querer, sábanas bordadas preciosas que parecían no haber sido nunca usadas y que he usado muchos veranos por la frescura de su tejido, una libreta de cocina con su letra manuscrita y muchas conversaciones en su pequeña cocina. Celebrábamos el cumpleaños el mismo día y eso me hacía sentir una conexión especial con ella. Era muy tierna y dulce y sabía dar amor con naturalidad. Recordaré para siempre una de sus máximas, fruto de su educación y su época, sobre el amor y la pareja “mira, nena, si un hombre no te pega, no bebe y te da todo el sueldo a fin de mes es un buen hombre. Yo he tenido esa suerte”.  

En mi casa muchas veces comíamos un plato que ella le había enseñado a mi madre a quién quería mucho: Lomo a la  naranja.




LOMO A LA NARANJA
 
Mi madre lo hacía con el lomo llamado de dos colores, mucho más tierno que el lomo normal, que suele quedar más seco en periodos de cocción más largos que un simple rebozado o plancha. Ella lo compraba fileteado y lo cocinaba de esta forma. Personalmente me gusta comprarlo (o pedirlo) de una pieza y trocearlo como la carne de estofado. Con el tiempo yo he “mejorado” el plato, pero hoy os pondré las dos formas. La tradicional, el lomo simple. La mejorada con pasas y curry. El arroz blanco hervido acompaña estupendamente. Por supuesto puede hacerse con pollo, pavo ó ternera. Cualquier carne agradecerá el toque de la naranja.

INGREDIENTES:
(para 4 personas)

1 lomo de dos colores de un 1kg. aprox.
½ l. de zumo de naranja (aprox. 4 naranjas)
½ l. de caldo vegetal o agua mineral
Harina para rebozar la carne
Sal/pimienta
 
Optativo:
 Pasas
1 cucharada de buen curry (yo uso el de la marca SHARWOOD’S medium)

Freír la carne en la olla dónde va a continuar guisándose, cortada a dados y previamente pasada por harina, sal y pimienta. Tan sólo darle un toque. Añadirle el medio litro de zumo de naranja y el medio litro de caldo de verduras o el agua. (Mi madre le añadía un caldito avecrem, pero yo soy contraria a usar esos cubitos y no lo encuentro necesario). En mi versión, en este momento le añado una cucharada de curry y las pasas. Taparlo dejando escapar un hilito de vapor y dejarlo cocer durante media hora o ¾. Ir controlándolo removiendo de vez en cuando para que no se os pegue..y si notáis que empieza a hacerlo, es que ya está. Comprobar el punto de sal.

Quiero aprovechar para mencionar a Nuri, mi amiga que vive en las montañas, y que desde que aprendió esta receta, la convirtió en una receta familiar propia que le encanta a toda su familia. Eso me hace feliz.

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